La programación estará publicada el jueves 7 de marzo

EXPRESIONES DEL PATRIARCADO EN LA SOCIEDAD COLOMBIANA 
Y SUS MANIFESTACIONES EN EL CONFLICTO ARMADO

Ana Cristina Pino: 
REPEM Colombia

I. El patriarcado como dispositivo simbólico que favorece el conflicto armado
En la Colombia de hoy el análisis que se puede realizar frente al papel que juegan mujeres y hombres en el contexto de la guerra y el conflicto armado, debe abordar las raíces mas intimas de la cultura y sobre esa realidad incorporar la categoría de género, pues ella es fundamental para identificar desde las identidades femeninas y masculinas las dinámicas de la guerra. Es decir, la categoría de género en la investigación social sobre la guerra es definitiva porque permite ubicar, en el marco de la cultura patriarcal, los determinantes masculinos que posibilitan la violencia como vía para afrontar las diferencias y los conflictos.

Parece ser que en la guerra se reproduce en términos generales el rol asignado tradicionalmente en la sociedad a hombres y mujeres. Los hombres aparecen en la acción armada como héroes o víctimas heroicas enfrentando al enemigo y las mujeres como víctimas indirectas o como apoyo afectivo de los actores armados. La violencia es el medio por el cual se mantienen y soportan los códigos masculinos de comportamiento y su papel activo en estas confrontaciones para el logro del poder de dominio.

Sin embargo es necesario examinar con mayor detenimiento y a la luz de la realidad del conflicto armado en Colombia, el papel de la mujer en el contexto de guerra y las representaciones sociales que sustentan este papel, al igual que el papel de los hombres al interior de la dinámica bélica y las relaciones de genero que de esta dinámica se desprenden.

En el ámbito histórico del conflicto político y social que vive la sociedad colombiana, las mujeres no solo han sido victimas directas e indirectas de la violencia política, sino que con el tiempo se han ido constituyendo en sujetos políticos, se han insertado en la vida armada y este hecho tiene impactos para ellas en sus trayectos de vida y para los imaginarios construidos sobre las mujeres frente a la guerra. Esta mirada, sin duda es necesaria, pues ahora ellas no solo son víctimas de la guerra, sino también son actoras directas vinculadas en las filas de uno u otro bando o son actoras indirectas que a través del esfuerzo por oponerse a la violencia, tratan de sobrevivir en medio del conflicto, no se ubican de manera pasiva frente a los efectos de la guerra sino que como sujetos políticos participan en diversos movimientos de resistencia y paz.

Introducir un enfoque de genero en el análisis puede establecer además la manera diferenciada como afecta la guerra a hombres y mujeres, como repercute en sus vidas, caracterizando el tipo de participación de cada uno y de cada una, para no invisibilizar y homologar las consecuencias nefastas que produce la guerra en el conjunto de la población colombiana. Al igual que permite establecer relaciones entre violencia - mujeres - genero, violencia - hombres - género.

En esa relación, la investigadora Donny Meertens, antropóloga, y profesora universitaria, sobre la violencia afirma: "La violencia es un acto humano que implica una relación de poder y que por lo tanto pertenece al reino político de los asuntos humanos y no al de los fenómenos naturales inherentes al proceso vital." pág. 37. En este proceso de múltiples violencias se socava al ser, se le destruye su identidad y el conjunto de relaciones a las que pertenece el individuo. En esa definición, conceptos como poder y destrucción se articulan y desde un enfoque de genero permiten visualizar el componente de dominación sexual inscrito en las violencias, tanto simbólicas como practicas. La relación entre poder y destrucción se justifica cuando por ejemplo, la violencia política especifica contra las mujeres va acompañada de tortura como destrucción de la femineidad, de violación como un acto de guerra, de poder y destrucción sobre el cuerpo femenino, sobre su identidad y como retaliación al varón enemigo. El efecto del hecho violento en los hombres esta menos estudiado, sin embargo podemos decir, a manera de hipótesis, que el poder y la destrucción ejercido por un hombre sobre otro afirma e impone una masculinidad que se erige como hegemónica y que se impone a otra socavando en ella estos elementos que la constituyen. Se reedita la experiencia ambivalente de los hombres frente al poder.

Son múltiples las violencias y los escenarios de violencia en el país donde confluyen poder y destrucción. En esos escenarios se ubican actores diversos que interrelacionan poder y destrucción de acuerdo al fin que los convoca. La violencia política de las guerrillas, el ejercito, los paramilitares, la narco-violencia con su terrorismo, la delincuencia común y la violencia doméstica, ellas actúan en referencia a esta relación de dominio.

Son varios los estudios que demuestran que las mujeres en el país no han sido ajenas o no han estado lejanas a los conflictos armados, ni han estado del todo libres de esta dinámica; su papel que en ocasiones ha sido indirecto ha resultado también fundamental en la confrontación. De la época de la violencia en los años 50, se conoce que "las mujeres participaban bastante activamente en los oficios de la guerra, con ello no se transgredía sustancialmente la tradicional división sexual del trabajo de la sociedad campesina, basada en el protagonismo político masculino y la lucha femenina por el cuidado y la sobrevivencia cotidiana." Se pueden identificar entonces diversas formas de vinculo que se han ido modificando en el tiempo histórico y que aun hoy se manifiestan.

Una de estas formas de vinculo es producto de la relación entre los roles femeninos y el mundo publico que hace que algunas madres cuyos hijos están en el frente de la guerra acepten con sacrificio la perdida de sus hijos por la defensa de la patria o la defensa del ejercito nacional que es atacado por el enemigo insurgente. El caso de las madres de los soldados secuestrados por las FARC en el Cerro de Patascoy lo evidencia. Las madres en sus pronunciamientos iniciales mantenían una actitud de resignación y respeto por el estamento militar que les impedía exigir al Estado con vehemencia el derecho a la vida de sus hijos, proceso que luego fueron logrando cuando de manera organizada exigieron estos derechos. En este caso las mujeres actúan inicialmente desde patrones tradicionales de genero, reivindican sus sentimientos y su condición de madres cuidadoras de la vida de hombres que están al servicio de la patria realizando a su vez los patrones tradicionales masculinos.

Este tipo de vínculo va unido a rasgos de la identidad masculina construida desde su relación con el mundo publico y en este caso representado en su relación con lo Estatal. El hombre abandona la atomización del mundo privado en tanto se le hace establecer relaciones de protección al Estado alcanzando un verdadero sentido de relación en la identidad masculina y ello se logra al establecer trato con lo publico estatal. Esta realización viabilizar el mundo posible de la guerra, aquí el hombre rebasa sus limites individuales y se internaliza en lo publico, en la defensa de lo publico que le pertenece de suyo como hombre, así la defensa de la nación es simbiótica a la defensa de lo publico e internaliza esta defensa de la nación o del Estado o del establecimiento militar también en su condición de ser masculino, de hombre publico, de soldado de la patria. Es lo deseable incluso para las madres que aspiran a que sus hijos presten el servicio militar o se incorporen al ejército.

Aunque este deseo en el imaginario colectivo se ha modificado sustancialmente por la degradación y extensión de la guerra. Hoy en muchos sectores de la población ya no se justifican, en las condiciones actuales, los esfuerzos militares, la ideología bélica y el armamentismo. ¿Que relación existe entre el imaginario colectivo sobre la guerra y las relaciones socioculturales de los géneros?

Existe una profunda relación que ha permitido ahondar los desequilibrios de poder entre mujeres y hombres. El autoritarismo patriarcal que designa el poder a lo masculino y en la guerra lo encarna el cuerpo masculino; que designa el poder político a los hombres y en la guerra a su condición de guerrero; que designa la dirección de los estados a los hombres y la constitución de sus ejércitos en los hombres, creando previamente las condiciones físicas y sicológicas que permitan su incorporación al conflicto bélico, coloca en definitiva a los varones a defender la patria por antonomasia. En este sentido los hombres son los seres políticos, combatientes, guerreros, ciudadanos en oposición binaria y excluyente a las mujeres, defensoras de la vida publica y exentas de los contextos de las guerras o los conflictos armados. Esta supuesta distancia entre las mujeres y los contextos de guerra o los conflictos armados oculta una realidad que no deja mostrar a muchas mujeres participando en las actividades de la guerra también como protagonistas.


II. Relaciones entre patriarcado y organizaciones armadas. Roles y prácticas de género
Otro vinculo de las mujeres se hace como combatientes o militantes directas en los grupos armados guerrilleros o de paramilitares.Las normas y prácticas guerrillas en torno a la regulación de las relaciones entre los sexos parecen variar de grupo a grupo, dependen de los referentes ideológicos, de las posiciones políticas, del perfil social del grupo, de la extracción de clase de las mujeres y de la modalidad de reclutamiento, pero en todo caso, todas estas normas están inscritas en el marco de una estructura militar. En estos grupos el estereotipo de la feminidad cambia sustancialmente y se convierte en emulación de los patrones de masculinidad; ellas, las mujeres guerreras, que están en combate, los deben asumir. Los estereotipos bélicos se articulan entonces con las representaciones sexistas sobre los géneros.

La participación de las mujeres en la guerra en el país comienza a develarse con el trabajo de muchas investigadoras y con testimonios reveladores de mujeres ex- combatientes que narran su papel al interior de estos ejércitos, en el combate, en la opción política que eligieron, para demostrar desde allí el tipo de relaciones de genero que se establece al interior de los grupos armados. En todo caso hoy las mujeres no solo actúan como correos, recolectoras de información y de fondos, como costureras, espías, cocineras, servidoras sexuales como lo hacían en las guerras independentistas, sino que se han incorporado en otras tareas y funciones.

En Colombia se calcula que las mujeres constituyen mas o menos el 30 % de las filas guerrilleras. En los grupos guerrilleros FARC y ELN, desde sus inicios, en sus filas se podrían encontrar mujeres vinculadas a un rol tradicional, como compañeras, amantes o esposas de los hombres de estas organizaciones. Luego fueron desempeñando labores en el área de las comunicaciones y en las labores logísticas, para posteriormente ingresar como guerrilleras al combate. Este vinculo al combate se realiza en principio por razones estratégicas o tácticas ya que se considera a la mujer menos sospechosa en tareas políticas.

En muy pocas ocasiones las mujeres guerrilleras han accedido a puestos de dirección, debido a la estricta estructura militar - patriarcal y jerarquizada que impide a las mujeres el acceso a estos lugares. Las mujeres han estado entonces en puestos de subordinación respecto a la toma de decisiones políticas y estratégicas, no están en los puestos de mando tanto en los procesos de confrontación armada, como en los actuales procesos de negociación.

Las investigaciones muestran que no se expresa equidad de genero en la estructura de los grupos armados. Maria Eugenia Vásquez, excombatiente del M-19, anota que la participación de las mujeres en la insurgencia suscito cambios significativos respecto a los patrones culturales vigentes, como el hecho de incursionar en el terreno político militar vedado para ellas; pero estos cambios que implicaban hacer parte de un ejercito, llevo a las mujeres, que optaron por esta vía, a un proceso de adaptación y penetración al mundo masculino mayoritariamente de varones para poder sobrevivir. Era necesario aceptar retos sin cuestionamiento alguno, para ser aceptadas y valoradas; era importante asumir de lo masculino el coraje, la dureza, la fortaleza física, el don de mando, la audacia, el arrojo. Era necesario asumir una identidad para adherirse a lo dominante, a lo hegemónico, a lo masculino. Se requirió legitimar el mundo masculino, pues era el referente de lo guerrero.

En su experiencia Maria Eugenia narra que al interior del M-19 solo dos mujeres hicieron parte del Comando Superior, que la violencia contra las mujeres se manifestaba de manera sutil, sobre todo en el ejercicio de la sexualidad; la división sexual del trabajo se mantenía, siendo ellas las encargadas de las labores de comunicación, educación, salud, manejo de alimentos. Las militantes asumian el trabajo domestico, se dedicaban a ser madres, a ser profesionales, y tambien a ser combatientes, lo que significaba asumir triples jornadas de trabajo. Las mujeres combatientes se enfrentan a altos riesgos en su salud sexual y reproductiva, el control de la fertilidad es exclusivo de ellas.

De otro lado, las condiciones de los ejercitos y de los combates, junto a la influencia de masculinidades tradicionales conducen a la promiscuidad en los hombres y a la paternidad irresponsable. Las mujeres y hombres combatientes pierden el contacto con sus hijos e hijas nacidos en medio del conflicto belico, estos son criados por amigos o parientes. Este hecho para el caso de los hombres es justificado como una exigencia de los nobles ideales políticos, pero para el caso de las mujeres se convierte en una sanción familiar y social. "El hombre cuenta con una mayor continuidad en sus roles sociales, antes, durante y después de su participación en el conflicto, las combatientes en cambio, se enfrentan a una disminución sustancial de su red de apoyo, pues en sus propias familias y amistades tienden a repudiarlas por haber asumido su papel no solo ilegal, sino además reñido con las representaciones sociales generalizadas sobre la femineidad." 

Otro aspecto interesante que develan las investigaciones se refiere al  elemento diferenciador entre las mujeres, pues según la clase social a la que pertenecía la mujer antes de ingresar a la guerrilla o de acuerdo al nivel de estudios accedían a unas determinadas condiciones. Por ejemplo, "En el EPL, en el cual habían ingresado gran numero de mujeres muy jóvenes y campesinas pobres, se presentaban diferencias en el tipo de tareas y remuneración, siendo las mujeres urbanas las que desempeñaban funciones de mayor responsabilidad "  Pero a la ves, "Para las mujeres, sobre todo las de extracción campesina, el ingreso a la guerrilla también significo progreso. Integrarse a nuevos espacios, recorrer la región, participar en acciones bélicas, recibir un mínimo de instrucción y vivir relaciones de compañerismo y solidaridad, son todos factores que estimularon su desarrollo personal y representaron cierto grado de emancipación tanto frente a su encierro espacial como frente a experiencias de la familia campesina, limitadas a lo domestico y subordinadas a la autoridad patriarcal".

Entre los hombres por su parte y de manera especifica el acceso a los puestos de mando, dirección política y militar tiene que ver también con aspectos de la masculinidad. Se accede a espacios de dirección militar por las condiciones inscritas en la masculinidad hegemónica como el arrojo, la audacia, la fortaleza física, la razón, la dureza, la valentía, el sacrificio por ideales políticos y de defensa bien sea del Estado o de intereses populares. Este tipo de masculinidad presenta una dinámica en la confrontación. Cuando se enfrentan los ejércitos se enfrenta también la condición masculina, por ello cuando un bando es derrotado los hombres ven menoscabada su masculinidad, porque el dolor, el llanto, la perdida hacen su aparición dramáticamente. En las guerras la masculinidad esta en tensión y varia según el éxito o fracaso en la confrontación. Frente a la frustración se recurre al burdel para reconstituir esta masculinidad.

En las FARC el máximo comandante un hombre de extracción campesina con cincuenta años de lucha y vida militar representa una clara figura patriarcal. Alrededor de esta figura se construyen formas de cuidado, protección, obediencia, respeto, acatamiento. Sobre el se centra una figura de poder de dominio que se hace luego extensiva en la estructura jerárquica y se distribuye en las otras formas de poder que funcionan al interior de la organización. En los ejércitos los hombres realizan labores para la reproducción social de la vida como cocinar y asear  que transitan entre el cuidado individual y colectivo, pero la realización de estas labores esta inscrita con un sentido disciplinar mas no como una actitud incorporada en su masculinidad.


III. Las relaciones de genero en el conflicto armado

A.      Efectos de la confrontación armada en mujeres y hombres 
Para establecer los efectos de la violencia política diferenciada por genero y en concreto los efectos sobre las mujeres colombianas, este documento se apoya en la investigación realizada por la Mesa de Trabajo "Mujer y conflicto armado", que elaboro un primer avance de informe sobre la violencia contra las mujeres y las niñas en el conflicto armado colombiano, el cual fue presentado a Naciones Unidas. El informe recoge datos y testimonios sobre los distintos tipos de violencia que sufren las mujeres y las niñas en el marco del conflicto armado y que incluyen el desplazamiento forzado, la violencia sexual, los homicidios y señalamientos, las torturas y la violencia sexual.

B..Tanto los hombres como las mujeres son victimas directas del conflicto armado ya sea por su condición de militancia o por ser parte de la sociedad civil como vine aconteciendo en mayor medida. Se identifican efectos en relación a muertes directas, a la salud sexual y reproductiva, al desplazamiento forzado, a la situación de la población infantil, y efectos en las organizaciones sociales.

  • 1).  Como víctimas directas. Desde el punto de vista estadístico los hombres siguen siendo mayoritariamente víctimas del conflicto armado. Sin embargo es significativo el aumento creciente de las mujeres en homicidios, desapariciones y muertes en combate. En 1997 las mujeres fueron víctimas de desapariciones en un 7.9%, de homicidios 10.4%, y por muertes en acciones bélicas el 0.4%. Entre 1999 y el 2000, "Una mujer cada 14 días fue víctima de desaparición forzada; una mujer murió cada 50 días como victimas de homicidios contra personas socialmente marginadas, y cada 7 días una mujer murió en combate. Este promedio diario significa que, en un año 363 mujeres perdieron la vida por violencia sociopolítica. De estas, 311 murieron fuera de combate, es decir, en la calle, en su casa, o en su trabajo, de las cuales 277 lo fueron por ejecución extrajudicial u homicidio político; 27 por desaparición forzada y 7 por homicidio contra personas socialmente marginadas." Durante este periodo "15 niñas fueron victimas de violencia sociopolítica y murieron 21 mujeres jóvenes".

  • 2). Se presentan efectos directos en las mujeres en su salud sexual y reproductiva. Alrededor de las zonas de conflicto aumentan las redes de prostitución al servicio muchas veces de los militares, violaciones, abuso sexual, enfermedades venéreas, embarazo no deseado. "todos los actores armados cometen delitos contra las mujeres, con la intención de ratificar, no solamente su poder político por medio de las armas sino de ejercer su poder como varones sobre las mujeres. Entre tales delitos están: la violencia sexual; los homicidios y señalamientos por tener relaciones afectivas con algún actor del conflicto; modalidades de tortura con
    connotaciones simbólicas que denotan desprecio por el sexo femenino; y las amenazas, hostigamiento y homicidios que atentan contra las organizaciones femeninas."
    Frente a esta violencia sexual el informe de la Mesa de Mujer y Conflicto armado registra varios testimonios recogidos con las mujeres en zonas de  conflicto, "A las mujeres las violaron, las unían (cosían), las capaban (les mutilaban los órganos genitales y destrozaban..... a las mujeres paridas, en nuestra casa nos levantaban el toldo con las armas y nos amenazaban para que saliéramos.."  ....." Yo recuerdo las masacres de Honduras y la Chinita y la finca del Bajo del Oso en donde murieron como 20 personas. Ahí cayeron como seis mujeres. Una de ellas fue violada en una finca bananera, esa finca se llamaba Arrecifes y en ese tiempo había presencia guerrillera. Recuerdo que el cadáver estaba completamente desnudo, se le notaban los balazos, la muchacha tenia la ropa interior en la mano......."Cuando las mujeres son combatientes, aumenta la dureza y el maltrato hacia ellas en el caso de ser capturadas, pues generalmente la tortura inicia con
    violaciones o maltratos sexuales, las torturas son crueles porque se entiende que su participación no es solo una rebelión política sino una trasgresión a los roles tradicionales asignados a las mujeres. La violación se convierte en un acto de guerra "poseer la mujer del enemigo parece como acto simbólico de dominación". La violación cumple una función de terror y procura el silencio. "La violación sexual, sin embargo, no esta ausente en las acciones bélicas, como ejercicio máximo del poder sobre el otro, como violencia de genero subterránea y pocas veces públicamente reconocida".
    En las practicas de instrucción de los ejércitos se emplea como método para provocar odio, reacciones insensibles y desarrollo de la fuerza y el poder el agredir o menoscabar la condición masculina al "minimizarla o compararla" con lo femenino. El predominio de lo masculino se establece a costa de incorporar ideas misóginas y homo fóbicas, en el marco de identidades bipolares.Una manera de afectación de la salud sexual en los hombres en el contexto de la guerra esta referida a las formas de tortura impuesta al enemigo. Abuso sexual, agresiones físicas en sus genitales y con agresiones simbólicas y del lenguaje.

  • 3). La situación de las niñas en el conflicto armado es preocupante, organizaciones nacionales e internacionales han denunciado que el reclutamiento deniños y niñas por parte de los grupos armados continua, a pesar de las recomendaciones de la comunidad internacional a los actores armados para que se abstengan de reclutar menores de 18 años. En Colombia se conoce que los nov y las niñas son ilegalmente reclutados por los grupos armados para servicios especiales tales como, mensajeros o tareas de inteligencia entre otras especialmente en las áreas rurales. Los grupos paramilitares reclutan niños y niñas; en algunas regiones los niños conforman el 50% de estos grupos. Se sabe además que ha aumentado la cantidad de mujeres  adolescentes en las  filas de los grupos armados. Los niños y las niñas reclutados por la guerrilla pueden constituir un 40% de los y las combatientes. Es preocupante que la vinculación de las y los jóvenes, niños y niñas a los grupos armados, esta basada, frecuentemente en la falta de opciones y en las condiciones de pobreza presentes en muchas regiones." 

  •  4). Las organizaciones nacionales y regionales, especialmente las que actúan en zonas de confrontación armada, son objeto de hostigamiento y amenazas que afectan tanto a sus miembros como el trabajo comunitario que desarrollan. En el caso de las mujeres, los efectos de la violencia sobre sus actividades políticas y sociales tienen un costo adicional pues su participación en los espacios públicos ha sido resultado de un gran esfuerzo para enfrentar las costumbres excluyentes de los modelos sociales tradicionales, basados en una distribución desigual del poder entre hombres y mujeres. Los actores armados encuentran en el liderazgo femenino ejercido por las organizaciones de mujeres un obstáculo, que dificulta su avance en el control social y territorial. La situación de la Organización Femenina Popular de Barrancabermeja - OFP y de la asociación de mujeres campesinas e indígenas de Colombia - ANMUCIC es un ejemplo de este efecto.

  • 5). Finalmente las y los familiares de personas desaparecidas se convierten en perseguidos y objetivos militares. Familiares de sindicalistas, de personas secuestradas, de defensores de derechos humanos, miembros(as) de organizaciones populares y sociales al igual que integrantes ONG sienten los efectos del conflicto.

C. El desplazamiento 
El desplazamiento forzado de hombres y mujeres como resultado de los combates entre los distintos actores armados, por las masacres, los secuestros, las amenazas. "Se calcula que en Colombia la cantidad de personas desplazadas para el año 2000 se acerca a los 2,160.375. El desplazamiento afecta mayoritariamente a las mujeres quienes conforman el 56% de las personas desplazadas.
El fenómeno del desplazamiento aunque ha estado presente en todos los momentos de violencia en el país empieza a sentirse con mayor magnitud a partir de 1981. En esos años se dispararon las cifras de asesinatos políticos y masacres en aquellas zonas en donde confluyen varios factores y actores armados entre guerrilla y ejercito, militares y guerrilleros.
"Durante 1999, alrededor de 288.127 personas de aproximadamente, 57.625 hogares, se vieron forzadas a huir como consecuencia de las acciones desplegadas por los actores armados. Entre enero y diciembre del 2000, se desplazaron un total de 315.384 personas, cifra preocupante en tanto es el numero mas alto de población desplazada registrada en los últimos cinco años." En el primer trimestre del 2001, 91.166 colombianos y colombianas tuvieron que abandonar sus hogares, tierras y o municipios.
"Durante el primer semestre de 2000, los principales responsables del desplazamiento forzado siguieron siendo los grupos paramilitares con el 49%, seguidos por la guerrilla con un 28% y las fuerzas militares con un 5%. La sistemática violación de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario en Colombia, se acompaña de un porcentaje de impunidad superior al 98%, lo que demuestra que las violaciones a los derechos humanos no son investigadas, no se esclarece la verdad de estos hechos, no se sanciona a los autores y no se repara a las victimas".

"...31 de cada 100 hogares desplazados en el país tiene a la mujer como cabeza de familia y del total de la población desplazada, el 55% corresponde a menores de 18 años, porcentaje que equivale a 412.500 niñas y niños que huyeron de sus familias  de las zonas de conflicto armado bajo presiones de los actores armados." "...en el 30.78% de los hogares desplazados el padre esta ausente produciéndose un incremento de la jefatura femenina lo que incrementa la jefatura femenina, la mujer" 

Respecto a los motivos de desplazamiento el informe de la Consultaría para el Desplazamiento Forzado y los Derechos Humanos - CODHES "registra para el
año 2000 un aumento de 8 puntos porcentuales en el desplazamiento por intimidaciones y amenazas contra la población civil. En 1999 este motivo representa el 34%, para el año 2000 subió a 42%. El desplazamiento por miedo aumentó del 18% al 20% y por homicidios intencionales de personas protegidas aumento en 10%, por las masacres 11% y por el desarrollo de acciones bélicas el 8%"

El impacto del desplazamiento sobre la identidad, autonomía y dignidad coloca a las mujeres y a los hombres en condiciones de mayor vulnerabilidad respecto al resto d la población. Las mujeres y los hombres deben abandonar no solo el territorio y su historia personal sino escapar sin nombre para huir de la persecución y el peligro de ser identificadas. Sufren no solo un deterioro en sus condiciones materiales de existencia sino un desarraigo emocional y social de gran impacto individual y colectivo. Las mujeres entran a asumir la condición de proveedoras que no tenían en el ámbito rural y la identidad masculina de proveedor que porta el hombre se ve afectada porque no puede sostener a su familia.

Según la investigación de Donny Meertens los efectos del desplazamiento forzado se pueden agrupar en dos grandes momentos:

a. La destrucción
Significa la destrucción de la identidad social agravada en las mujeres, pues los hombres en las zonas rurales suelen manejar mejor el espacio geográfico, social y político. Casi siempre las mujeres rurales tuvieron una niñez de aislamiento social cultural y geográfico. La destrucción se ubica en el hecho violento mismo (asesinato de cónyuges o familiares y en la perdida de bienes de subsistencia -enseres, casa, cultivos, animales-.

Esta destrucción implica la perdida de las relaciones primarias de afecto con los seres que hacen su tejido familiar y con el espacio y los objetos, juntos conforman el desarraigo social y emocional. La condición de desplazamiento va mas allá de la destrucción del mundo material y afectivo, se sufre una perdida de identidad como individuos y sujetos políticos, una perdida de tejido social.
En conclusión el desplazamiento tiene efectos diferenciados para las mujeres según su condición de viudez, jefatura femenina y responsabilidad del entorno familiar -hijos, hijas hermanos, hermanas- y la condición de desigualdad física, emocional y de capacidades para enfrentar la vida en un medio hostil y desconocido por ellas.

b. La supervivencia
Por ser las mujeres las encargadas de la supervivencia de la familia, el convertirse en viudas, jefas de hogar, familiares de presos políticos o desaparecidos o desplazados las coloca en una relación de efecto directo de la violencia política en el país.
Las familias desplazadas están encabezadas por mujeres cuya responsabilidad de los hijos recae directamente sobre ellas. Como jefas de hogar deben superar forzosamente el dolor y la desdicha y enfrentar la supervivencia en un mundo que generalmente es hostil. Son las responsables de la supervivencia económica y emocional de la familia. Se pone en juego su creatividad y el sentido de solidaridad y apoyo entre ellas. Se extienden las redes de apoyo entre los familiares. Esta situación esta rodeada del miedo y la tensión que produce el ambiente de clandestinidad que deben asumir como mecanismo de protección de sus vidas. Los hombres desplazados no siempre usan estos canales informales de solidaridad y apoyo y requieren conseguir un trabajo que genere ingresos o establecer una relación formal de trabajo. Los hombres asumen con menor frecuencia el soporte emocional de la familia desplazada.
"Enfrentarse al desempleo en la cuidad y aceptar a las mujeres como proveedores económicos principales no era cosa fácil para los hombres. En ese sentido, el desplazamiento podría incrementar las tensiones entre la pareja. La autoestima de los hombres sufría un serio golpe con la reorganización de la división del trabajo por genero". "Las mujeres parecen mejor equipadas para continuar las rutinas de las labores domesticas -tanto en el servicio a otros como en su propio hogar- en pos de la supervivencia familiar. A pesar de los traumas la pobreza, los obstáculos a la organización, para las mujeres desplazadas también se presentan nuevas
posibilidades y espacios de desarrollo personal".



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