Muerte y dolor en Estados Unidos

Latinoamericanos miembros de la Cruz Roja,
recogiendo donativos para los damnificados. 

Marcha de la comunidad árabe-americana por la PazLa pancarta dice " Paz en Estadaos Unidos y Palestina

Radio Internacional Feminista
12 de septiembre 2001

Muerte y dolor embargan al pueblo de los Estados Unidos por los actos terroristas que cobraron la vida de miles de personas en la Ciudad de Nueva  York y Washington, este 11 de septiembre.

Consternación, repudio y condena internacional se hacen manifiestos en el mundo.
Autoridades políticas, religiosas, culturales, así  como  la ciudadanía,  han expresado sus condolencias al pueblo y gobierno de los Estados Unidos.
A pesar de las diferencias políticas, las distancias geográficas y las diversas posturas ideológicas, se hace patente que el sufrimiento humano trasciende las diferencias.

Actos de  índole tan perversa no tienen móviles ni objetivos más allá de su propia perversión.  

Ni las críticas más atinadas sobre el papel de los EEUU en los conflictos armados y políticos contemporáneos o pasados, nos acercan a una posible justificación.

Si bien el gobierno de EEUU, históricamente, no ha requerido  de razones legitimas para demostrar su poderío militar, económico y político contra otras naciones y sus pueblos, los hechos vividos en Nueva York y Washington, son el elemento que podrìa

 

   

 justificar no solo perseguir a los responsables de estos crímenes para hacer justicia, sino además, ser un triste pretexto para incrementar sus posiciones hegemónicas en el mundo.
Por ello, las repercusiones de estos hechos son inciertas.

Algunos reclaman venganzas, represalias, cacerías, persecuciones, ensañamientos más profundos. Otros indican determinación, cautela, precaución y  justicia. 

Nuevamente,  las víctimas son civiles. Personas con nombre y apellido, que acudían cotidianamente a sus trabajos, transeúntes, turistas, pasajeros de aerolíneas, niños, estudiantes, gente diversa que no  imaginaba que en pocos segundos serían víctimas de una  tragedia común.

El dolor humano nos ha demostrado que todavía es capaz de conmover a una humanidad indiferente, que no se compromete o manifiesta frente a la injusticia, la crueldad,  la destrucción del planeta, la miseria extrema o la frívola opulencia.

Incertidumbre es nuestra certeza. Ojalá que el dolor que hoy nos conmueve, sea lo suficientemente intenso para extenderse a todas las víctimas  del mundo, las que no reciben condolencias de nadie, ni son recordadas por su nombre.