Torres Fantasmas: Reflexiones Feministas sobre la Batalla entre el Capitalismo Global y el Terrorismo Fundamentalista

Rosalind P. Petchesky

Presentación hecha en una sesión de educación abierta del Departamento de Ciencias Políticas, Hunter College, New York
25 de septiembre de 2001

Estos son tiempos demandantes, tiempos difíciles de saber donde estamos de un día a otro. El atentado al World Trade Center ha dejado en su secuela muchos tipos de daños, el mínimum de los cuales siendo una profunda confusión ética y política en las mentes de muchos americanos que de alguna manera se identifican como “progresistas” – es decir, antirracistas, feministas, democráticos (con d minúscula), contra la guerra. Mientras que tenemos la responsabilidad de estar de luto por aquellos que fallecieran en la tragedia y sus seres queridos, y hacia nosotros mismos, también es urgente que empecemos la obra de reflexionar sobre en que mundo estamos viviendo actualmente y que demanda nos hace. Y tenemos que hacerlo, aún sabiendo que nuestro entendimiento en este momento solamente puede ser tentativo y que posiblemente dentro de un año o ahora mismo, en un mes o semana, será invalidado por eventos que no podemos prever, o informaciones que en este momento son secretas.

Así que, arriesgándome a estar totalmente equivocada, quiero intentar dibujar un cuadro o una especie de mapa global de la dinámica del poder como lo veo en este momento, incluyendo sus dimensiones de género y raciales. Quiero preguntar si no existe alguna otra alternativa, más humana y una solución pacífica además de las dos polaridades inaceptables que nos han presentado: una maquinaria de guerra permanente (o seguridad del estado permanente) y el régimen del terror sagrado.

Deseo dejar bien claro que, cuando formulo la pregunta si actualmente estamos enfrentando una confrontación entre el capitalismo global y el tipo de fascismo del fundamentalismo Islamita, no quiero dar a entender que son equivalentes. De hecho, si los atentados del 11 de septiembre son obra de la red Al-Qaeda de Bin Laden o de algo relacionado o aún más grande – y, por el momento pienso que podemos suponer que esto sea una posibilidad real -- entonces, la mayoría de nosotros aquí en este salón estamos estructuralmente posicionados de una manera tal que no tenemos mucha alternativa sobre nuestra identidad.(Para aquellos que son americanos-islamitas y los americanos-árabes entre nosotros, que se oponen al terrorismo y al mismo tiempo están aterrorizados de caminar en las calles, me imagino que el dilema moral debe ser mucho más angustioso.

Como americana, mujer, feminista y judía, tengo que reconocer que los Bin Ladens del mundo me odian y me quieren muerta; o, si tuvieran poder sobre mí, harían de mi vida un verdadero infierno. Tengo que desear que ellos – estos “perpetradores’, “terroristas”, lo que sea que fueran – sean arrestados y anulados, para que yo pueda vivir con algún tipo de tranquilidad. Esto es bastante diferente de vivir en el corazón del capitalismo global – que es como convivir con una familia muy disfuncional que nos llena de vergüenza e ira por su arrogancia, codicia e insensibilidad, pero que no obstante es nuestra casa y que nos da inmensos privilegios e inmensas responsabilidades.

Ni tampoco me rindo a la tentación de mirar nuestro dilema actual en los términos simplistas y maniqueístas del Bien versus el Mal cósmico. Actualmente tenemos esto en dos versiones opuestas pero de imágenes reflejadas: la narrativa, desarrollada no solamente por los terroristas y sus simpatizantes pero también por muchos de la izquierda, en los EEUU y en el mundo, que echan la culpa al imperialismo cultural americano y su hegemonía económica, por lo de ” cosechar lo que uno siembra”; versus la versión patriótica de la ultraderecha, que proponen que la democracia y libertad de los EEUU son el blanco inocente de la locura islámica. Ambas teorías borran todas las complejidades que precisamos incluir en los factores para tener una visión política diferente, más inclusiva y ética. La retórica maniqueísta y apocalíptica que resuena de un lado a otro entre Bush y Bin Laden en consecuencia a los ataques – el pseudo-islámico y el pseudo-cristiano, la guerra santa y las cruzadas – ambos mienten.

 

Así que, mientras no veo las redes terroristas y el capitalismo global como equivalentes o iguales, sí veo algunos paralelos impresionantes e inquietantes entre los dos. Los veo como las Torres Gemelas imaginarias irguiéndose desde las nubes de humo de las viejas torres – hermanas gemelas, encerradas en una batalla por la riqueza, el engrandecimiento imperial y los significados de la masculinidad.

Es una batalla que podría muy bien terminar en un punto muerto, un ciclo de violencia interminable que ninguno de los dos puede ganar debido a su incapacidad de ver claramente al otro.

Las analistas y activistas feministas de muchos países – cuyas voces hasta ahora han sido inaudibles en esta crisis – tienen mucha experiencia a la cual pueden recurrir para hacer esta crítica dupla. Tanto en las Naciones Unidas como en el escenario nacional, hemos estado desafiando por años las dimensiones prejuiciosas de género y razas de ambos, el capitalismo neoliberal y varios fundamentalismos, tratando de abrir camino en medio a esta doble amenaza. La diferencia ahora es que ellos se lanzan en el escenario mundial en sus formas más extremas y violentas.

 

Yo veo seis áreas donde sus posturas se sobreponen:

1. Riqueza –
No es necesario decir nada sobre el hecho de que los EEUU es el país más rico del mundo, ni sobre la manera en la cual la acumulación de riqueza es su cáliz sagrado, no solamente de nuestro sistema político (piensen en la dificultad que tenemos hasta en reformar nuestras leyes de financiamiento de campañas electorales), pero también de nuestro carácter nacional.

Somos la casa matriz de los mega-imperios de las corporaciones y financieras que dominan el capitalismo global e influencian las políticas de instituciones financieras internacionales (Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio) que son sus entidades gubernamentales más importantes.
Esta realidad resuena en todo el mundo como un panteón de lo que es los EEUU – desde los anuncios de MacDonald’s y Kentucky Fried Chicken alardeados por los protestadores (manifestantes antiglobalización) en Génova y Rawalpindi hacia las torres mismas del WTC.

La avidez, ya sea individual o corporativa, también está latente y muy próximo a los valores que Bush y Rumsfeld proponen cuando dicen nuestra “libertad” y “nuestra manera de vivir” están siendo atacados y deben ser ferozmente defendidos.
(¿Por qué mientras escribo esto, avisos no solicitados del Wall Street sobre oportunidades para inversiones o pasajes de bajo costo para Las Lucayas son arrojados por mi máquina de fax?).

La riqueza es también la fuerza motriz por detrás de la red del Al-Qaeda, cuyos jefes son principalmente los beneficiarios de la clase media alta o elite financiera y de la educación. El propio Bin Laden deriva gran parte de su poder e influencia a través de la vasta fortuna de su familia, y las células de los guerreros árabe-afganos en la guerra de los años 80 contra los soviéticos fueron no solamente financiados por la CIA y la policía secreta del Pakistán sino que también por el dinero del petróleo saudita. Entretanto, aún más importante, son los valores por detrás de las organizaciones terroristas, que incluyen – como Bin Laden ha puesto claro en su famosa entrevista de 1998 – la defensa del “honor” y la “propiedad” de los musulmanes en todo el mundo y “[luchar contra] los gobiernos que están resueltos a atacar su religión y a robar su riqueza…”
Paul Amar apropiadamente nos insta a no confundir estas redes opulentas – cuyo nepotismo y relación con los intereses petroleros de una manera atemorizante se asemejan a aquellos de la familia Bush – con los movimientos de resistencia social empobrecidos del Oriente Medio y Asia. No existe ninguna evidencia de que justicia económica e igualdad figura de algún modo en el programa terrorista.

2. El nacionalismo imperialista –
Las reacciones iniciales a los ataques del gobierno Bush revelaran el comportamiento de una súper potencia que no conoce ningún límite, que dicta ultimátum con el pretexto de “buscando la cooperación”. “Cada nación en todas las regiones tiene que tomar una decisión”, declaró Bush en su discurso a la nación que en realidad fue un discurso al mundo; “O ustedes están con nosotros o están con los terroristas”. “Esta es la guerra del mundo, la guerra de la civilización” – así que los EEUU se proclaman el líder y portavoz de “la civilización”, relegando no solamente a los terroristas sino también a aquellos que se rehúsan a unirse a la guerra a la clasificación de “incivilizados”. Para el Talibán y para cualquier otro régimen que “da refugio a los terroristas”, él era el alguacil de la policía jugando a la defensiva con los ladrones de ganado: “Entreguen a los terroristas o ustedes compartirán su destino”. Unos pocos días después leímos la notificación americana de que “iba utilizar la Arabia Saudita como el cuartel de sus operaciones contra Afganistán”.
A medida en que la campaña bélica progresa, sus objetivos parecen ser más abiertamente imperialista: “Después del conflicto, Washington quiere ofrecer un rol en el gobierno de Afganistán [al pequeño grupo heterogéneo de mujahadeen, pobres, traficando drogas y por la mayor parte derrotados por el Talibán]”. (NY Times, 24/9), como si este fuera el rol oficial de “Washington”.

Quiero preguntar si no existe alguna otra alternativa, más humana y una solución pacífica además de las dos polaridades inaceptables que nos han presentado: una maquinaria de guerra permanente el régimen del terror sagrado.

Además, él y sus aliados están cortejando al rey afgano, octogenario y por mucho tiempo relegado al olvido que hoy día se encuentra en exilio en Italia, para unirse a una operación militar para expulsar al Talibán y establecer ¿qué? ¿un tipo de gobierno títere?
Aquí no se menciona nada sobre elecciones con observadores internacionales, nada sobre las Naciones Unidas, o ningún concepto sobre los millones de afganos – tanto dentro del país como en el exilio – como algo más que una masa muda y oprimida de víctimas y refugiados.

Claramente esta ofensiva involucra mucho más que la erradicación y el castigo a los terroristas.

A pesar de que no quiero reducir la situación a un escenario marxista crudo, uno no puede dejar de preguntarse si esto no se relaciona con la antigua determinación de los EEUU de tener un pié adentro de la región del golfo y mantener control de las reservas de petróleo. Por lo menos una fracción del “equipo” de Bush clama para también perseguir a Saddam Hussein, sin duda con esta actitud.

Y no nos olvidemos de Pakistán y sus concesiones a las demandas de los EEUU para cooperación a cambio de levantar las sanciones económicas de los EEUU – y ahora, la garantía de un préstamo considerable del FMI. En la tradición del poder neoimperial, los EEUU no necesitan dominar los países política o militarmente para conseguir las concesiones que desea; su influencia económica respaldada por su capacidad militar de aniquilación es lo suficiente. E impulsado por la ira popular con los ataques al WTC, todo esto envuelto en una efusión de patriotismo nacionalista y la ola de banderas que envuelve el panorama americano.
No obstante la falta del poder imperial real de los EEUU, las fuerzas de Bin Laden imitan sus aspiraciones imperiales. Si hacemos la pregunta ¿qué buscan los terroristas?, precisamos reconocer que su visión del mundo es una forma extrema y perversa de nacionalismo – una especie de fascismo, yo diría, por causa de su resguardo en el terror para lograr sus propósitos. Respecto a esto, sus objetivos, así como los de los EEUU, van más allá de la mera punición.

Paul Amar afirma que toda la historia del nacionalismo árabe e islámico ha sido una de trascendencia a las fronteras coloniales impuestas por el estado-nación, una que siempre ha sido en forma transnacional y panarábica, o panislámica.

Si bien que los terroristas no tienen ninguna base social o legítima para reclamar esta tradición, ellos claramente la quieren usurpar. Esto parece evidente en el lenguaje de Bin Laden invocando “la nación árabe”, “la península árabe”, y la “fraternidad” alcanzando desde la Europa del Este hacia  Turquía y Albania, todo el Oriente Medio, Asia del Sur y Cachemira. Su misión es expulsar a los “infieles” y sus partidarios islámicos de un área de casi un tercio del globo.

Al provocar los EEUU a bombardear el Afganistán y/o intentar sacar el Talibán, ciertamente desestabilizaría a Pakistán y posiblemente lo catapultará en las manos de extremistas similares al Talibán, quienes entonces controlarían las armas nucleares – un gran paso hacia su versión perversa y robada del sueño panislámico.

3. Pseudo-Religión –
Tal como otros han comentado, la interpretación del “choque de religiones” o del “choque de culturas” en el escenario actual es completamente especiosa. Lo que tenemos es, más bien, la apropiación del simbolismo y discurso religioso para propósitos predominantemente políticos, y, para justificar la guerra y violencia permanentes.

Así que Bin Laden declara una jihad o guerra santa contra los EEUU y sus ciudadanos, tanto civiles como militares; y Bush declara una cruzada contra los terroristas y todos aquellos que les dan asilo o apoyo. Bin Laden se declara el “servidor de Alá luchando por la causa de la religión de Alá” y para proteger las mezquitas sagradas del Islam, mientras que Bush declara que Washington es el promotor de “justicia infinita” y profetiza una victoria indudable porque “Dios no es neutral”. (El Pentágono cambió el cliché “Operación Justicia Infinita” por “Operación Libertad Perdurable” después de que los americanos islamitas expresaron su objeción y tres clérigos cristianos advirtieron sobre la presunción de divinidad, el “pecado del orgullo”).

Pero tenemos que cuestionar la autenticidad de este discurso religioso de ambas partes, no importa lo sincero que puedan ser sus proponentes. Una declaración hecha por un grupo de eminentes intelectuales / hombres de letras islamitas denuncia firmemente el terrorismo – la masacre arbitraria de civiles inocentes – que es contraria a la ley del Charia.
Y la adopción de este discurso apocalíptico por parte de Bush, solo puede ser visto como substituyendo una forma de legitimación del discurso internacionalista neoliberal conservador, de la ultraderecha. En ambos casos, vale la pena citar el siempre sabio Eduardo Galeano: “En la lucha entre el Bien y el Mal, es siempre el pueblo que muere”.

4. Militarismo –
Tanto el gobierno de Bush como las fuerzas de Bin Laden adoptan los métodos de guerra y violencia para lograr sus fines, pero en formas diferentes. El militarismo de los EEUU es de la variedad ultra-técnica que busca aterrorizar por la mera fuerza, volumen y virtuosidad tecnológica de sus armamentos. Por supuesto que, como la historia de Viet Nam y la persistencia de Saddam Hussein lo atestan, esta es una ilusión de la más alta clase. (¿Recuerdan las “bombas inteligentes” de la Guerra del Golfo que se dirigieron hacia las máquinas de Coca-Cola?)

Pero nuestra tecnología militar es también una vasta e insaciable industria para la cual el lucro y no la estrategia es la fuerza motriz de su razón de ser. Como señala un crítico de las prioridades de la inteligencia americana, “el juego de la defensa nacional es una operación de sistemas y dinero” que tiene poca o ninguna relevancia con terrorismo. Los cohetes fueron diseñados para combatir los estados hostiles con sus territorios fijos y sus propios arsenales de guerra, y no a los terroristas que se mueven furtivamente por el globo y cuyas “armas de destrucción en masa” son cuerpos humanos y aviones secuestrados; ni tampoco el famoso terreno impenetrable y las pilas de escombros que es Afganistán.

Hasta el propio George W., en uno de sus comentarios más sensatos hasta la fecha, afirmó que no somos tan tontos para apuntar “un cohete teledirigido de $2 billones hacia una carpa vacía de $10”.

Sin embargo, cuatro días después del ataque los demócratas en el Congreso amontonaron una locura encima de otra y revocaron su oposición al “escudo para misiles” costoso y destructivo de Bush, votando para restaurar su autoridad para gastar $1.3 billones en este proyecto mal concebido y peligroso.Y las compañías de armamentos empezaron rápidamente a ponerse en las filas para recibir sus enormes pedidos para la próxima y eminente guerra – la guerra, nos dicen, que durará mucho tiempo, quizás el resto de nuestras vidas. El militarismo americano no es sobre racionalidad – ni tampoco sobre luchar contra el terrorismo – sino que sobre el lucro.

La manía de guerra y la reagrupación por detrás de la bandera exhibido por el pueblo americano expresa no el deseo de lucros militares pero por otra cosa, algo más difícil para los disidentes, feministas y anti-guerra comprender. Tal vez sea la necesidad de expresar ira y sentirse reivindicado, u otra más profundamente enraizada de experimentar algún sentimiento de comunidad y de un propósito más noble en una sociedad tan atomizada y aislada los unos de los otros y del mundo.

La forma y exceso de misoginia que van mano a mano con el terrorismo del estado y el fundamentalismo extremo

Barbara Kingsolver escribe que ella y su esposo renuentemente enviaron a su hija de cinco años de edad a la escuela, vestida de rojo, blanco y azul como los otros niños porque ellos no querían permitir que los jingoístas y censuradores “nos robasen la bandera”. La pequeña niña probablemente resonaba los anhelos de muchos adultos menos reflexivos cuando ella dijo que usar los colores de la bandera “significa que somos un país; simplemente personas, todos juntos”.

El militarismo de los terroristas es de una naturaleza diferente – se basa en la figura mítica del guerrero beduino o de los combatientes Ikhwan del inicio del siglo XX que hicieron posible a que Ibn Saud consolidara su estado dinástico.

Sus características más sobresalientes son la valentía y ferocidad en la batalla; como lo afirma un testigo árabe, presagiando los informes de los veteranos soviéticos de la guerra afgana de los años 80: “totalmente osado frente a la muerte, sin importarse con cuantos se caen al su alrededor, avanzando rango por rango con uno solo deseo – el de derrotar y aniquilar al enemigo”. (M. Ruthven, Islam in the World, p. 27).

Claro que esta imagen también, como toda ideología hiper-nacionalista, está enraizada en el pasado mítico dorado y tiene poco que ver con el terrorismo real del siglo XXI, que son reclutados, entrenados y remunerados. Además, así como el militarismo de alta tecnología, el militarismo de baja tecnología está también basado en una ilusión – la de que millones de creyentes emergerán, obedecerán al fatwa y derrotarán al infiel.

Es una ilusión porque subestima groseramente el arma más poderosa en el arsenal del capitalismo global – no la “justicia infinita” o mismo las armas nucleares sino los infinitos Nikes y cds. Y también subestima el poder local del feminismo, que los fundamentalistas erróneamente confunden con el Oeste. Hoy día, el Irán, con todas sus contradicciones internas, demuestra la resiliencia y la variedad globalizada / localizada de ambos las culturas de los jóvenes y los movimientos de las mujeres. (Sciolino, NY Times, 9/23/01).

5. Masculinismo –
El militarismo, nacionalismo y colonialismo como terrenos / espacios de poder han sido siempre en su mayor parte disputas sobre los significados de ser hombre.

La feminista y cientista política Cynthia Enloe afirma que “el sentido de su propia masculinidad en los hombres, frecuentemente tenue, es un factor en la política internacional tanto como el fluir del petróleo, los cables y las armas militares”. En el caso de los patrocinadores del Talibán de Bin Laden, la forma y exceso de misoginia que van mano a mano con el terrorismo del estado y el fundamentalismo extremo han sido gráficamente documentados. Basta ir a la pagina web de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA), www.rawa.org, para ver fotos de atrocidades contra las mujeres (y hombres) por ofensas sexuales, ofensas al código de vestimenta, y otras formas de desviaciones que le hará revolver el estómago.

Según John Burns, escribiendo para la NY Times Magazine en 1990, el líder rebelde de la guerra afgana que recibió “la mejor parte del dinero y armamentos americanos” – y que no era un Talibán – tenía la reputación de haber “despachado sus seguidores [durante sus campañas como estudiante] para lanzar frascos de ácido en el rostro de las mujeres estudiantes que se rehusaran a usar velos”.

En el caso de terroristas internacionales y del propio Bin Laden, no nos olvidemos de que su modelo es uno de una “fraternidad” islámica, una banda de hermanos con un vínculo de unión en un compromiso agonístico de batallar al enemigo hasta la muerte. Los campos CIA-Pakistaníes-y-Saudita y las escuelas de entrenamiento establecidas para apoyar a los “rebeldes” (quienes más tarde se tornaran “terroristas”) durante la guerra antisoviética fueron los terrenos de reproducción no solo de una red terrorista mundial sino que también de su cultura masculinista, misoginística. Bin Laden claramente se ve a sí mismo como el jefe tribal patriarcal cuyo deber es el de proveer y proteger, no solo su propia comitiva, esposas y muchos hijos, sino que también a toda la red de tenientes y reclutas y sus familias.

Él es la contra-parte árabe del legendario Padrino, el padrone.

En contraste a esto, ¿podemos decir que los EEUU como el portaestandarte del capitalismo global es ”género-neutro?” ¿No tenemos a una mujer – de hecho una mujer afro-americana – en el timón de nuestro Consejo Nacional de Seguridad, la mano derecha del presidente diseñando las maquina de guerra permanente?

A pesar de las “brechas de género” reportadas en las encuestas sobre la guerra, sabemos que las mujeres no son inherentemente más pacíficas que los hombres. ¿Se recuerdan de todas aquellas amas de casa de los suburbios con sus listones amarillos en los aeropuertos del interior, los patios de las escuelas y los centros comerciales durante la Guerra del Golfo?

Al mismo tiempo, el masculinismo capitalista global sigue vivo y bien, pero disimulado bajo su euro céntrico y racista pretexto de “rescatar” a las mujeres afganas oprimidas y sin voz, del régimen misogínistico que él ayudó a llegar al poder.

Las feministas en todo el mundo que por tanto tiempo han tratado de llamar la atención para la condición de las mujeres y niñas en Afganistán, no pueden sentirse consoladas con el prospecto de los aviones de guerra de los EEUU y los jefes de la guerrilla respaldados por EEUU que vienen a “salvar” nuestras hermanas afganas. Mientras tanto, los EEUU enviará a las madres solteras, que se alistaran en la Guardia Nacional cuando se finalizó el programa de asistencia social para luchar y morir en su guerra santa; los medios de comunicación de los EEUU permanecen silenciosos sobre el activismo y la auto determinación de grupos como RAWA y Mujeres Refugiadas en Desarrollo; y el establecimiento militar de los EEUU persiste en negar acceso a observadores y aceptar responsabilidad (accountability) por los actos de violación y asalto sexual cometidos por sus soldados, estacionados alrrededor del globo, frente a una Corte Penal Internacional. más visibles.

6. Racismo –
Por supuesto que lo que yo he nombrado fundamentalismo fascista, o terrorismo transnacional, está también saturado de racismo, pero de un tipo muy específico y enfocado – que es el antisemitismo. Las torres del WTC simbolizaban no solamente el capitalismo americano, no solamente el capitalismo financiero, pero, para los terroristas, el capitalismo financiero judío. Esto se puede ver en los informes falsos de los ataques del 11 de septiembre en los periódicos del idioma árabe en el Oriente Medio, como probablemente la obra de los israelíes; la alegación errónea que ni una sola persona entre los muertos y desaparecidos era judía, y que por lo tanto los judíos deben haber sido advertidos de antemano, etc.

En su entrevista en 1998, Bin Laden constantemente se refiere a los “judíos”, no israelíes, en sus acusaciones sobre los planes para conquistar la península árabe entera. Y afirma que “los americanos y los judíos… representan la punta de lanza con la cual los miembros de nuestra religión han sido masacrados. Cualquier esfuerzo dirigido contra América y los judíos producirá resultados positivos y directos”.

Y, finalmente, él re-escribe la historia y derrumba la diversidad de los musulmanes con una advertencia a los “gobiernos occidentales” para que rompan sus lazos con los judíos: “la enemistad entre nosotros y los judíos regresa muy atrás en el tiempo y está profundamente enraizada.

No existe ninguna duda de que la guerra entre nosotros es inevitable.Por esta razón, no es del mejor interés de los gobiernos occidentales arriesgar los intereses de sus pueblos a todo tipo de represalias por prácticamente nada”. (Siento un escalofrío cuando me doy cuenta de que soy parte del ‘nada’).

El racismo de EEUU es mucho más difuso pero así de insidioso; el racismo penetrante y el etnocentrismo que emponzoña en el fondo del americano siempre rebasan a la superficie en tiempos de crisis nacional. Como lo dijo Sumitha Reddy en una charla reciente, hacer blanco de los siks y otros indianos, árabes y hasta los latinos morenos y afro-americanos en una ola de actos violentos y abusivos por todo el país, ya que el desastre señala una ampliación de la zona de desconfianza” en el racismo americano más allá del enfoque usual de blanco-negro. Las mujeres que usan lienzos en la cabeza o saris son particularmente vulnerables al acosamiento, pero los hombres árabes e indianos de todas las edades son los que están siendo asesinados.

El estado alega que repudia estos incidentes y amenaza con su procesamiento total. Pero este es el mismo estado que estableció el llamado Acto Antiterrorista, aprobado en 1995 después del bombardeo de la ciudad de Oklahoma (un acto cometido por terroristas cristianos blancos nativos), un pretexto para acorralar y deportar inmigrantes de todo tipo; y que ahora está nuevamente descartando los derechos civiles de los inmigrantes en su fervorosa caza antiterrorista.

Todos los días The New York Times publica su archivo policial de retratos de los sospechosos, tan reminicentes de aquellas fotografías eugenésicas de los “tipos criminales” de una era anterior e imprimiendo en las mentes de los lectores un cierto conjunto de características faciales que ellos deben ahora temer y culpabilizar. Crear y aplicar perfiles raciales se transforma en un pasatiempo nacional.

Si miramos solamente a las tácticas de los terroristas y la repulsa del mundo hacia ellas, entonces podemos llegar a la conclusión un tanto optimista de que al final el bandidaje jamás triunfará. Pero ignoramos, a nuestro riesgo, el contexto en el cual el terrorismo opera, y este contexto incluye no solamente racismo y eurocentrismo sino muchas formas de injusticia social.

Reflexionando sobre una posición moral en esta crisis, tenemos que distinguir entre las causas inmediatas y las condiciones necesarias. Ni los EEUU (como un estado), ni la estructura de poder corporativo y financiero que las torres del World Trade Center simbolizaban causaron los horrores del 11 de septiembre. Sin duda ninguna, el ultrajante y horrible homicidio, mutilando y dejando huérfanos a tantas personas inocentes – que eran de toda raza, etnicidad, color, clase, edad, género y de más de 60 nacionalidades – merece alguna forma de rectificación. Por otro lado, las condiciones en las cuales el terrorismo internacional florece, gana reclutas y hace valer su derecho a legitimidad moral incluye muchas formas de las cuales los EEUU y sus intereses corporativos/financieros son directamente responsables aunque ellas ni por un segundo dan una excusa para los ataques.

“Cometemos un error fatal si atribuimos estos sentimientos mixtos solamente a la envidia o resentimiento de nuestra riqueza y libertad, ignorando el contexto histórico de la agresión, injusticia y desigualdad”

Últimamente se pregunta frecuentemente ¿por qué el Tercer Mundo nos odia tanto? En otras palabras, ¿por qué tantas personas incluyendo mis propios amigos en la Asia, África, América Latina y el Oriente Medio expresan tanta ambivalencia sobre lo ocurrido, lamentando un acto imperdonable y al mismo tiempo teniendo alguna satisfacción de que finalmente los americanos también están sufriendo? Cometemos un error fatal si atribuimos estos sentimientos mixtos solamente a la envidia o resentimiento de nuestra riqueza y libertad, ignorando el contexto histórico de la agresión, injusticia y desigualdad.

Consideren los siguientes hechos:

1. Como nos recuerda Walden Bello en las Filipinas, los Estados Unidos aún es el único país en el mundo que en realidad ha usado las armas infames de destrucción de masas para bombardear civiles inocentes – en Hiroshima y Nagasaki.

2. Los EEUU persiste hasta el día de hoy, en bombardear al Iraq, destruyendo las vidas y suministros de alimentos de centenas de miles de adultos y niños civiles en aquél país. Bombardeamos a Belgrado – una ciudad capital densa – por 80 días consecutivos durante la guerra en Kosovo y apoyamos el bombardeo que mató a un número incalculable de civiles en El Salvador en los años 1980. Nuestra CIA y aparato de entrenamiento militar ha apoyado masacres paramilitares, asesinatos, torturas y desapariciones en muchos países de América Latina y América Central como la Operación Cóndor y otras similares en la década de los 1970, y ha apoyado regímenes corruptos, autoritarios en el Oriente Medio, Asia del Sur, y otras partes – el Shah de Irán, Suharto en Indonesia, la dinastía Saudita, ad nauseam.

El 11 de septiembre es la fecha del golpe de estado  contra el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende, en Chile, y el comienzo de la dictadura militar de 25-años de Pinochet, nuevamente gracias al apoyo de los Estados Unidos.
Sí, una larga historia de terrorismo del estado.

3. En el Oriente Medio, que es el ojo del tornado o el microcosmo de la conflagración actual, la ayuda militar de los EEUU y el desengranaje del gobierno Bush son el sina qua non de las continuas políticas del gobierno israelí de ataques a aldeas, demolición de casas, destrucción de huertos de oliva, restricciones para movilizarse, asesinato de líderes políticos, construcción de estradas y ampliación de poblados que invaden territorios palestinos y profundiza la ocupación, y abusos continuos de los derechos humanos de los palestinos y de ciudadanos árabes – todo esto lo cual exacerba la hostilidad y los bombardeos suicidas. Así que los EEUU contribuye para el interminable ciclo de violencia allá.

4. Los EEUU es uno de solamente dos países – conjuntamente con el Afganistán! – que ha fallado en ratificar la Convención de las Mujeres, y el único país que no ha ratificado la Convención de los Niños. Es el oponente más clamoroso del estatuto que establece una Corte Penal Internacional bien como de los tratados que prohiben las minas y la guerra biológica; es el principal subversor de un nuevo tratado multilateral para combatir el tráfico ilegal de armas pequeñas; y el único país en el mundo que amenaza con un sistema de defensa sin precedentes con base en el espacio, y la inminente violación del tratado de MAB. Entonces, ¿quien es el “bandido”, el “estado fuera de la ley”?

5. Los EEUU es el único país industrializado importante que se rehúsa a ratificar el Protocolo de Kyoto sobre el Cambio de Clima Mundial, a pesar de las concesiones hechas en ese documento diseñadas a cumplir con las objeciones de los EEUU. Mientras tanto, un nuevo estudio científico global demuestra que los países cuya productividad será beneficiada con los cambios en el clima son Canadá, Rusia y Estados Unidos, mientras que los perdedores son los países que menos han contribuido para el cambio en el clima global – o sea, el África en su mayoría.

6. Según documentado por el propio Banco Mundial y la PNUD, dos décadas de globalización han resultado en la expansión en vez de contracción de las brechas entre ricos y pobres, tanto en los países como entre ellos. Los beneficios de la liberalización e integración del mercado global se han acumulado de manera desproporcionada para los americanos y europeos ricos (bien como pequeñas elites del Tercer Mundo). No obstante los presumidos efectos democratizantes del Internet, un americano clase media ”necesita ahorrar el sueldo de un mes para comprar una computadora; un bengalí precisa economizar su sueldo total por ocho años para hacerlo”. Y a pesar de trompetear su constante retórica de “comercio libre”, los EEUU persiste en defender las políticas proteccionistas de sus agricultores. Entre tanto los pequeños productores de la Asia, África y del Caribe – muchos de los cuales son mujeres – son exprimidos por importaciones de los EEUU y relegados a la economía informal o al trabajo en fábricas que explotan a los obreros, para las multinacionales.

7.Los países del G-8, del cual los EEUU es el socio principal, dominan la toma de decisiones del MFI y del Banco Mundial, cuyos ajustes estructurales y de carácter condicional para los préstamos y la disminución de la deuda para mantener a los países pobres y sus ciudadanos encerrados en la pobreza.

8. Las corporaciones con bases en los EEUU sueltan billones de la noche hacia la mañana para “auxiliar” sus contrapartes cuyas oficinas y personal fueron destruidos en los ataques al WTC, y el Congreso puede votar instantáneamente para dar $15 billones para la industria de aviación que fue incomodada. Sin embargo, nuestras apropiaciones para asistencia extranjera (excepto para ayuda militar) han disminuido; nosotros, el país más rico del mundo, no podemos ni siquiera satisfacer el standard de las Naciones Unidas de .7% del PNB.
Un informe reciente de la OMS nos muestra que el costo total para proveer agua potable y saneamiento para cada persona en el mundo que lo necesite, sería de tan solo $10 billones, el problema es que nadie puede imaginarse de donde saldría este dinero; y la ONU aún está bien lejos de recaudar un monto similar para su proclamado Fundo Mundial para el SIDA. ¿Qué tipo de vileza es esta? ¿Y qué decir sobre las formas de racismo, o “segregación global” que valora algunas vidas – aquellas en los EEUU y Europa – más que las otras en otras partes del globo?

Y la lista sigue, con MacDonald’s, Coca-Cola, CNN y MTV y todos los detritos comerciales no invitados que proliferan por toda parte en la faz de la tierra y ofenden las sensibilidades culturales y espirituales de mucha gente -- incluyendo los viajantes feministas transnacionales como yo, que encontramos pedazos de nuestros centros comerciales locales en el centro de Kampala o Kuala Lumpur, Cairo o Bangalore.

Pero peor que la trivialidad y el mal gusto de estas andanadas culturales y comerciales y su arrogante presunción de que nuestro “estilo de vida” es el mejor del mundo y que debe ser aceptado en toda parte; o que nuestro poder y supuesto progreso nos da el derecho de dictar políticas y estrategias para el resto del mundo. Esta es la cara del imperialismo del Siglo XXI.

Ninguna de estas consideraciones puede alentar a aquellos que perdieron seres queridos el 11 de septiembre, o a las miles de víctimas de los ataques que perdieron sus trabajos, sus hogares y medios de subsistencia; tampoco se puede disculpar crímenes tan horribles. Como escribe el poeta palestino Mahmoud Darwish, “nada, nada justifica el terrorismo”.

Sin embargo, al intentar comprender lo que ha pasado y reflexionar sobre cómo evitar que ello pueda suceder otra vez (lo cual es probablemente un deseo fútil) nosotros los americanos tenemos que tomar en cuenta todos estos hechos dolorosos. Los EEUU es el centro de comando del capitalismo global y permanecerá pobremente equipado para “eliminar el terrorismo” hasta que empiece a reconocer su propia responsabilidad pasada y presente por muchas de las condiciones que he enumerado y a tratarlas de una manera responsable.

Pero significaría que los EEUU se transformase en algo diferente de lo que es, transformándose a sí mismo, incluyendo el abandono de la presunción de que debe unilateralmente vigilar el mundo. Este problema de la transformación se encuentra en la médula de la problemática angustiosa de encontrar soluciones diferentes a una guerra total.

Así que, vamos al punto como podríamos pensar de manera diferente sobre el poder. Por ahora y tentativamente, propongo que:

A). El cliché “La Guerra No es la Solución” es una verdad práctica y al mismo tiempo ontológica. Bombardeo u otros ataques militares en Afganistán no erradicarán las redes terroristas, que podrían estar ocultas en las profundidades de las montañas o en Pakistán, o Alemania, o Florida o New Jersey. Esto solamente tendría éxito en destruir un país ya diezmado, matando a un número incontable de civiles bien como combatientes y creando centenas de miles más de refugiados.

Y posiblemente despertará tal ira entre los simpatizantes islámicos suficiente para desestabilizar la región entera y perpetuar el ciclo de represalia y ataques terroristas.

Todo el horror del Siglo XX ciertamente debería habernos enseñado que la guerra tiene combustión espontánea y que la violencia armada refleja no la extensión de la política por otros medios sino que el fracaso de la política; no la defensa de la civilización, sino que el destrozar de la civilización.

 

B). Perseguir y atrapar a los perpetradores del terrorismo y llevarlos a la justicia, con un tipo de acción policial internacional, es un objetivo sensato pero repleto de peligros.
Debido a que los EEUU es la única “superpotencia” en el mundo, su declaración de guerra contra el terrorismo y todos aquellos que los respaldan en todas partes, comunica a otros países que una vez más tomamos el control como vigilante global, o, como lo dice Fidel Castro, una “dictadura militar mundial bajo el uso exclusivo de la fuerza, sin llevar en cuenta ninguna ley o institución internacionales.”

Aquí en casa, una “emergencia nacional” o “estado de guerra” – especialmente cuando definido como diferente de cualquier otra guerra – significa la restricción de los derechos civiles, el acosamiento de inmigrantes, perfiles raciales, y resguardo de información (censura) o el fomento de desinformación a los medios de comunicación, todo esto sin ningún límite de tiempo y bajo el abominable nuevo Ministerio de Seguridad del Suelo Patrio.
 Debemos oponernos a ambos, el unilateralismo de EEUU y el estado de seguridad permanente.Debemos instar a nuestros representantes en el Congreso a defender diligentemente los derechos civiles de todos.

C). Estoy de acuerdo con la Organización Solidaria de los Pueblos Afroasiáticos ( Afro Asian Peoples Solidarity Organization - AAPSO) en Cairo que dicen “esta punición debe ser infligida de acuerdo con la ley y solamente a aquellos que son responsables de estos eventos”, y que debería ser organizado dentro del sistema de las Naciones Unidas y la ley internacional, y no unilateralmente por los Estados Unidos.

Esto no es lo mismo que los EEUU obtengan un sello de aprobación del Consejo de Seguridad para comandar la seguridad global. Ya existen numerosos tratados contra el terrorismo y el lavado de dinero en la ley internacional. La Corte Penal Internacional pendiente por resolverse y cuyo establecimiento el gobierno de los EEUU se ha opuesto obstinadamente, sería la institución lógica para juzgar los casos terroristas, con la cooperación de la policía nacional y los sistemas de vigilancia. Debemos exigir que los EEUU ratifique el estatuto de la CPI. Mientras tanto, un tribunal especial bajo los auspicios internacionales, como los que fueron formados para la ex-Yugoslavia y Ruanda, podría ser establecido, bien como una agencia internacional para coordinar los esfuerzos de la policía e inteligencia nacionales, siendo los EEUU uno de los miembros participantes. Esto es el poder del compromiso y cooperación internacionales.

 

D). Ninguna cantidad de acción policial, por más cooperativa que sea, puede acabar con el terrorismo sin llevar en cuenta las condiciones de miseria e injusticia que fomentan y agravan el terrorismo. Los EEUU tienen que hacer una re-examinación seria de sus valores y sus políticas con respecto no solamente el Oriente Medio sino que también al mundo en general. Tiene que asumir responsabilidad por hacer parte del mundo, incluyendo maneras de compartir su riqueza, recursos y tecnologías; por democratizar las decisiones sobre el comercio, finanzas y seguridad globales; y asegurar que el acceso a los “bienes públicos globales” tales como salud, alimentación, educación, saneamiento, agua y libertad de discriminación racial y de género tengan prioridad en las relaciones internacionales. El significado mismo de lo que llamamos “seguridad” tiene que abarcar todos estos aspectos del bienestar, de “seguridad humana”, y tiene que ser universal en su alcance.

Permítame citar nuevamente la declaración del poeta Mahmoud Darwish, que fue publicada en el periódico palestino Al Ayyam el 17 de septiembre y firmada por muchos escritores e intelectuales palestinos:

“Sabemos que la herida del Americano es profunda y que este momento trágico es un momento para solidaridad y para compartir el dolor.Pero también sabemos que los horizontes del intelecto pueden atravesar los paisajes de la devastación.

El terrorismo no tiene lugar determinado o fronteras, él no reside en una geografía propia; su patria es la desilusión y el desespero.

La mejor arma para erradicar el terrorismo del alma, es la solidaridad de la comunidad internacional, en el respecto por los derechos de todos los pueblos de este mundo de vivir en armonía y en la reducción de la brecha cada vez más ancha entre el norte y el sur.

Y la manera más efectiva de defender la libertad es a través de realizar plenamente el significado de justicia”.

Lo que me da esperanza es que los sentimientos de esta declaración están siendo expresados por un número cada vez más grande de grupos aquí en los EEUU, incluyendo el National Council of Churches, el Green Party, la coalición de 100 artistas y activistas (civil rights leaders), los grandes grupos de coaliciones para la paz, organizaciones de estudiantes, New Yorkers Say No to War, mujeres famosas negras y blancas que son entrevistadas en el show de Oprah Winfrey, por parientes y los esposos y esposas de las víctimas de los ataques.

Tal vez de las cenizas podremos recobrar un nuevo tipo de solidaridad; tal vez los terroristas nos forzarán no a reflejar su imagen sino que a ver el mundo y la humanidad como un todo.